En los casos en los que en una familia uno de sus miembros padece un problema de salud mental suele afectar a las dinámicas del grupo debido al estrés que genera la situación. En estas situaciones se puede deteriorar la convivencia y las relaciones entre sus miembros. No es poco frecuente la aparición de sentimientos negativos, problemas de sueño, conflictos entre los miembros e incluso sintomatología depresiva y/o ansiosa en uno o más de los miembros.
Por otro lado, la convivencia con personas afectadas por un problema de salud mental suele ser complicada y se recomienda que la familia tenga a su disposición un servicio de apoyo psicosocial para garantizar un espacio de desahogo y planteamiento de problemas y dudas así como un profesional que pueda orientar los comportamientos más adecuados al plan de tratamiento que se está siguiendo con el paciente.
El apoyo a la familia se desarrolla de forma grupal e individual. Grupalmente se genera un espacio de desahogo para compartir las experiencias y emociones que surgen en la convivencia. De esa manera el mismo grupo, facilitado por un profesional experto, se convierte en una fuente de apoyo y recuperación para las personas que lo constituyen. En el ámbito individual, la atención que se presta se centra en las diferentes reacciones que a título particular pueden tener cada miembro de la unidad familiar.
Dichas reacciones vienen condicionadas por el rol que desempeña cada miembro de la familia (padre, madre, hermano, abuelo, etc.) por lo que se recomienda esta modalidad de atención en los casos en los que la persona se sienta sobrepasada por la situación con el objetivo de evitar que el malestar existente no escale y llegue a ser un problema psicológico.
Compartir experiencias y emociones derivadas de la convivencia, aireación emocional, etc.
Detección y manejo de síntomas de ansiedad y depresión, expectativas, autoestima, cambio de rol, etc..
Estrategias para conductas problema, economías de fichas, refuerzo, etc.